BOYERO DE BERNA
|
Aspecto: Es un perro grande, robusto y bien proporcionado. Sus extremidades son estrechas y fuertes. Tiene unas orejas medianas, triangulares y que le cuelgan a los lados de la cabeza. Su cola es peluda y le cae hasta el torso. El pelo es fino, liso y largo y de color negro con manchas marrón-rojas en las mejillas, ojos, piernas y pecho. Tiene marcas blancas en la cabeza (claramente delimitadas y simétricas), en el cuello, en el pecho, en los pies y en la punta de la cola.
|
Carácter: Si bien en la actualidad es un perro familiar por excelencia no hay que olvidar que es un perro de trabajo, rústico (poco sensible a la intemperie, aunque no adecuado para climas calurosos), buen defensor del territorio por su ladrido de alerta y aunque suele mostrar una gran decisión para entrar en acción ante la presencia de un intruso, en general suele intimidar antes que morder. Suele ser muy afectuoso con la familia y estar provisto de una gran nobleza. Si el cachorro fué correctamente socializado suele un perro muy tolerante con los niños. suele ser bastante tranquilo aunque mostrando una gran energía en toda situación que demande su atención por lo que su hábitat ideal son los espacios amplios. Sin embargo, suele adaptarse muy bien a la vida en espacios más reducidos siempre y cuando se lo provea de una adecuada cantidad de ejercicio en forma cotidiana.
Necesidades: Necesita mucho espacio y si no se le puede sacar a diario, hará falta que viva en una casa con jardín. Al ser un perro robusto, puede vivir perfectamente al aire libre siempre y cuando disponga de una caseta en la que refugiarse en caso de mal tiempo.
Origen: Suiza.
Historia: Para descubrir los orígenes del Boyero de Berna, uno debe viajar siglos atrás en el tiempo y buscar las montañas y remotos valles del interior de Suiza, país donde la raza se originó. Los antepasados de este popular perro suizo vivieron y trabajaron con los granjeros cletas de aquellos primeros tiempos protegiendo tanto a las personas como al ganado contra sus predadores naturales.
La historia nos cuenta que, alrededor del año 100 d.C., los granjeros suizos se habían procurado una pacífica existencia en las vertientes montañosas donde coexistían en armonía con la naturaleza y sus bestias. La historia revela, asimismo, que las familias más prósperas tenían grandes perros de trabajo como protectores de las tierras y del hogar. Los granjeros más pobres, incapaces de alimentar grandes animales con enorme apetito, tenían perros más pequeños de conformidad con sus magros presupuestos.
En apoyo de esta teoría, el escritor Conrad Gessner escribió en 1523: “Algunos de los perros grandes y fuertes son especialmente entrenados para mantenerse alrededor de las casas y los establos, en el campo. Deben proteger el ganado de cualquier peligro. Algunos guarnan el ganado, otros el campo y otros incluso, las casas. Otros perros son adiestrados para proteger a las personas. Deben pelear con personas agresivas y otras gentes perversas. Deben ser fieros, grandes y fuertes, ya que han de luchar contra guerreros que llevan puestas sus armaduras.”
Parece que esos perros eran criados para desempeñar tareas específicas, a pesar de que la cría selectiva no era todavía práctica común en aquella época. Durante muchas generaciones, apacentar el ganado fue la tarea más importante de todos los perros boyeros. Adicionalmente, los perros eran usados como guardianes para avisar de la cercanía de cualquier animal salvaje, ya fuera un oso o un lobo, y también debían avisar sobre la presencia humana, porque había quienes venían a robar a cualquier precio. Aunque muy pocos perros modernos muestran aquellas antiguas inclinaciones, muchos ejemplares de perros boyeros todavía mantienen el instinto para la guarda y el pastoreo.
En aquellos tiempos, la valoración de cualquier perro dedicado únicamente a cuidar los bienes de la familia, estribaba en su habilidad y utilidad como pastor y como protector de las personas y sus propiedades. Los convencionales perros de compañía eran considerados como un lujo inútil, porque no pasaban de ser bocas extra que debían ser alimentadas.
Alrededor de 1850, los perros boyeros asumieron otra tarea en tanto que grupo de trabajo. Los granjeros suizos, muy conocidos por su capacidad para elaborar quesos realmente superiores, se dedicaban a ellos, y muchos usaban a sus perros para tirar de carretas cargadas con los cántaros de leche que empleaban para sus negocios.
Antes de este momento, la raza no tenía un nombre formal. Los perros eran conocidos simplemente como perros granjeros, perros de los carniceros o perros queseros. Como se comprenderá, estos perros eran conocidos por sus marcas específicas: los que tenían collares blancos eran llamados “Acollarados”, los que tenían estrellas en la cara eran llamados “Estrellados” y los que tenían pequeñas manchas blancas en la cara eran conocidos como “Bari” (ositos). Los Bari eran llamados también “Gelbackler”, que quiere decir “mejillas amarillas” y aquellos otros que tenían marcas de color fuego sobre los ojos eran llamados “Vieraugli”, una palabra que significa “cuatro ojos”.
Debido a la naturaleza prudente de los perros boyeros, había una gran demanda de ejemplares. Se les comparaba y se les vendía en gran escala y, hacia mediados del siglo XIX el centro de este comercio se encontraba en Durrbachler Gasthaus. Quizá por ello la raza empezó a ser conocida como Durrabahler, debido al nombre de su plaza comercial.
Por la misma época, la popularidad del San Bernardo estaba creciendo y disminuía el interés por las razas montañesas. El enorme San Bernardo, con su coloración uniforme, cautivaba la tención de los cinófilos, mientas que los tricolores perros boyeros de Suiza permanecían inmutables en aquellas áreas remotas donde los granjeros y artesanos necesitaban a los perros para ganarse el sustento.
En 1883 se organizó la Asociación Canina Suiza. Su primera exposición abrió una clase para el San Bernardo y también para otros perros suizos, pero no reconoció a los boyeros. El interés por el San Bernardo continuaba creciendo mientras se prestaba menor atención a los humildes perros montañeses.
En 1892 tuvo lugar un gran cambio de actitud cuando Franz Schertenleib, un posadero de Burgdorf, renovó el interés por el anticuado tipo de perro granjeros. Inspirado en las leyendas que su padre le narraba sobre esta raza, se embarcó en la misión de preservar a estos perros para las futuras generaciones. Schertenleib recorrió Berna para localizar a los ejemplares apropiados, y su empresa pronto despertó un mayor interés entre los amantes de otras razas de perros similares.
Pero, sin duda, el mayor impacto en la evolución de la raza se produjo en los primeros años del siglo XX y fue debido a los esfuerzos de Alber Heim, un profesor de geología considerado como el salvador y el padre del Boyero de Berna. Criador de Terranovas en un principio, su interés en el perro de trabajo le condujo a investigar al perro granjeros de las montañas. Su extensa investigación sobre las cuatro razas montañesas suizas le condujo al establecimiento de la fundación Albert Heim, que es hoy un popular centro de información sobre la historia y características del Boyero de Berna y un gran recurso para los criadores de la raza.
En 1904, varios aficionadas a esta raza convencieron a la Asociación Canina Suiza para la abriera una clase destinada al Durrbachler durante una exposición que iba a celebrarse en Berna. Fueron exhibidos seis machos y una hembra, y el desarrollo de la raza quedó establecido cuando cuatro de aquellos perros fueron registrados (en el libro de orígenes) por la asociación al año siguiente. Durante los diez años que siguieron, todos los Durrabachlers de ascendencia desconocida tuvieron asegurado su registro en el Libro de Orígenes genealógicos suizo, aunque cada inscripción requería la aprobación de uno de los tres jueces reconocidos como expertos en la raza: el mesonero Franz Schertenleib; otro experimentado criador: Gottfried Mumenthaler, y un veterinario de Lagnethal, el Dr. Scheidegger.
Estos tres especialistas, junto al ilustre Albert _Heim, organizaron la primera asociación de la raza, a la que llamaron el Scheweizerischer Durrabach Klub. Como miembro fundador, Heim sugirió que todos los perros Durrach tricolores fueran llamados con un mismo nombre y convenció a los otros miembros de que éste fuera “Verner Sennenhund”, para honrar a la vialla dentro de la cual esta raza proliferó. El nombre era en sí inapropiado para los orígenes y tareas del perro, porque la traducción literal significa “Perro de pastor alpino (montañés) de Berna” y el Durrbach proviene de las tierras bajas. Sin embargo, el club, después de alguna discusión, aprobó el cambio de nombre. De acuerdo con esto, el club fue también conocido como el Berner Sennenhund Klub.
Hacia el año 1908, el interés por el Bernés había crecido considerablemente y, aquel, año, en la exposición de Langenthal se inscribieron 21 ejemplares. Dos años después, en 1910, había 42 perros inscritos en una exposición celebrada en Berna. Las inscripciones continuaron aumentando y el 24 de Abril de 1910, la exposición del club de Burgdorf hizo historia dentro de la raza al establecer el récord de 107 Boyeros de Berna inscritos.
El profesor Heim fue el prestigioso juez en aquella exposición de Burgdorf. Muchos de los ejemplares que examinó tenían variaciones en el color que ya no eran deseables en la raza y pelajes que resultaban atípicas para un verdadero representante de la misma. Heim fue amable pero honesto en sus juicios y descalificó a varios perros debido a sus pelajes y marcas. También aconsejó a los expositores que produjeron animales de mejor calidad que contribuyeran realmente al mejoramiento de la raza.
Debido a la alta consideración que la comunidad de criadores tenían hacía Heim, sus palabras y los patrones que estableció ejercieron un fuerte impacto en ellos y los convencieron de la necesidad de mejorar la apariencia y el temperamento de los perros eliminados a los malos ejemplares de sus programas de cría. Aunque se mantuvieron todavía algunas diferencias en cuanto al color y las marcas, la exposición produjo muchos buenos ejemplares que fueron admitidos en el Libro de Orígenes genealógico. Los criadores fueron receptivos, lo que a fin de cuentas mejoró sus programas genéticos en la cruzada por obtener un tipo más uniforme de perro.
Aquellos esfuerzos también sirvieron para definir las características del Bernés en relación con las otras tres razas alpinas: El Gran Boyero Suizo, el Appenzeller y el Entlebucher, siendo el Gran Suizo (O Swissy) el que compartió un pasado común con el San Bernardo. Aunque las cuatro razas son adictas al trabajo y poseen instintos ancestrales para el pastoreo, existen entre ellas significativas diferencias en cuanto al tipo, la talla y el pelaje. Y aunque las cuatro muestran la misma disposición plácida y amistosa, también existen sutiles diferencias en el temperamento. El Bernés y el Swissy las mayores entre la cuatro, son hoy las razas alpinas mejor conocidas y son también más asequibles que las pequeñas: El Appenzeller y el Entlebuche.
A lo largo de la primera década del siglo XX, el Bernés siguió al Appenzeller y al San Bernardo en popularidad. Gradualmente, sin embargo, la raza devino más uniforme a medida que eran más los granjeros y los criadores que exhibían a sus perros. El club llegó a tener hasta 40 miembros y un gran número de buenos perros presentándose en exposiciones. Hacia 1917, el Bernés había ganado considerable terreno y finalmente sobrepasó el Apenzeller en el número de perros inscritos; 20 años después, los registros de la raza llegaron a exceder también a los del San Bernardo.
Durante estos primeros años del siglo XX, la práctica genética fue, a lo sumo, bosquejada, y se usaron para la cría a muchos perros de ascendencia desconocida. No obstante, hacia 1940 era posible encontrar pedigríes con cinco generaciones registradas y con poca consanguinidad en sus bases. Pero, a despecho de los esfuerzos por conservar únicamente las mejores cualidades de la raza, el temperamento correcto aún constituía un problema y los miembros del club acordaron en que podría ser necesario introducir otra raza en el pozo genético.
Por esa época, la Naturaleza intervino y brindó una solución. Una hembra de Bernés llamada Christine v. Lux, quedó preñada cuando un macho Terranova llamado Pluto v. Erlengut saltó la valla que los separaba y, accidentalmente, la cubrió. El 21 de diciembre de 1948, Christine tuvo siete cachorros –tres hembras y cuatro machos- que, para gran sorpresa de todos, parecían Terranovas. Se especuló enseguida sobre la accidentalidad de este cruzamiento que muchos creían habían sido un experimento deliberado para inyectar nueva sangre en el Boyero de Berna.
De los siete cachorros, uno fue conservado para cría. Se trataba de una hembra de nombre Babette, que fue entregada al Dr. Hauser, miembro del club, para uso futuro. Babette maduró con la morfología y el temperamento típicos de un Terranova. Cuando cumplió los tres años de edad fue cruzada con el Bernés Aldo v. Tieffurt, y así se hizo madre de seis cachorros vivos y dos nacidos muertos. Cuatro de los cachorros estaban marcados de manera incorrecta y sólo dos, una hembra y un macho, tenían las marcas del Bearnés. La hembra fue llamada Christine v. Schawarzwasserbachli y se le dio a Herr Mischler, el presidente del club en aquella época.
Mischeler curzó a Christine a los nueve meses de edad con un Bernés llamado Osi v. Allenluften, quien era un reproductor probado. De este cruce nacieron cinco cachorros, de los cuales sólo sobrevivieron un macho y una hembra. Alex, el macho, creció para convertirse en un representante excepcional de la raza: ganó numerosos premios en las exposiciones de belleza y llegó a ser Campeón Internacional y Campeón Mundial en 1956.
No es para sorprenderse, entonces, que los criadores de Boyeros de Berna solicitaran los servicios de Alex como semental. A lo largo de su vida fue cruzada con una gran variedad de hembras y produjo 51 amadas en las cuales imprimió muchas características deseables del Bernés. Con el tiempo, muchos criadores desarrollaron programas de consanguinidad en línea (line-breeding) para concentrar las grandes cualidades que se lograron a partir de los cruzamientos de Alex.
Comenzando el siglo XXI, el Boyero de Berna se mantiene como una de las razas más populares en Suiza, siendo el Schweizerischer Klub uno de los mayores clubes del país. Este club mantiene un control estricto sobre las prácticas de cría a través de una serie de evaluaciones llamadas “Ankrung”m que se llevan a efecto varias veces al año a través de todo el país. Los miembros del club actúan como asesores para juzgar el temperamento y la morfología de los perros candidatos para la cría de acuerdo con el estándar de la raza y sólo aquellos perros considerados especímenes valiosos son aprobados para la reproducción.
El estado de las caderas es también un fuerte criterio para la reproducción. Debido aquella displasia de cadera es un serio problema genético, sólo los perros con grados de 0a 1 son aprobados para la cría. Por su parte, la Asociación Canina Suiza no extiende el certificado de pedigrí a una camada proveniente de un perro considerado como un ejemplar deficiente.
La historia nos cuenta que, alrededor del año 100 d.C., los granjeros suizos se habían procurado una pacífica existencia en las vertientes montañosas donde coexistían en armonía con la naturaleza y sus bestias. La historia revela, asimismo, que las familias más prósperas tenían grandes perros de trabajo como protectores de las tierras y del hogar. Los granjeros más pobres, incapaces de alimentar grandes animales con enorme apetito, tenían perros más pequeños de conformidad con sus magros presupuestos.
En apoyo de esta teoría, el escritor Conrad Gessner escribió en 1523: “Algunos de los perros grandes y fuertes son especialmente entrenados para mantenerse alrededor de las casas y los establos, en el campo. Deben proteger el ganado de cualquier peligro. Algunos guarnan el ganado, otros el campo y otros incluso, las casas. Otros perros son adiestrados para proteger a las personas. Deben pelear con personas agresivas y otras gentes perversas. Deben ser fieros, grandes y fuertes, ya que han de luchar contra guerreros que llevan puestas sus armaduras.”
Parece que esos perros eran criados para desempeñar tareas específicas, a pesar de que la cría selectiva no era todavía práctica común en aquella época. Durante muchas generaciones, apacentar el ganado fue la tarea más importante de todos los perros boyeros. Adicionalmente, los perros eran usados como guardianes para avisar de la cercanía de cualquier animal salvaje, ya fuera un oso o un lobo, y también debían avisar sobre la presencia humana, porque había quienes venían a robar a cualquier precio. Aunque muy pocos perros modernos muestran aquellas antiguas inclinaciones, muchos ejemplares de perros boyeros todavía mantienen el instinto para la guarda y el pastoreo.
En aquellos tiempos, la valoración de cualquier perro dedicado únicamente a cuidar los bienes de la familia, estribaba en su habilidad y utilidad como pastor y como protector de las personas y sus propiedades. Los convencionales perros de compañía eran considerados como un lujo inútil, porque no pasaban de ser bocas extra que debían ser alimentadas.
Alrededor de 1850, los perros boyeros asumieron otra tarea en tanto que grupo de trabajo. Los granjeros suizos, muy conocidos por su capacidad para elaborar quesos realmente superiores, se dedicaban a ellos, y muchos usaban a sus perros para tirar de carretas cargadas con los cántaros de leche que empleaban para sus negocios.
Antes de este momento, la raza no tenía un nombre formal. Los perros eran conocidos simplemente como perros granjeros, perros de los carniceros o perros queseros. Como se comprenderá, estos perros eran conocidos por sus marcas específicas: los que tenían collares blancos eran llamados “Acollarados”, los que tenían estrellas en la cara eran llamados “Estrellados” y los que tenían pequeñas manchas blancas en la cara eran conocidos como “Bari” (ositos). Los Bari eran llamados también “Gelbackler”, que quiere decir “mejillas amarillas” y aquellos otros que tenían marcas de color fuego sobre los ojos eran llamados “Vieraugli”, una palabra que significa “cuatro ojos”.
Debido a la naturaleza prudente de los perros boyeros, había una gran demanda de ejemplares. Se les comparaba y se les vendía en gran escala y, hacia mediados del siglo XIX el centro de este comercio se encontraba en Durrbachler Gasthaus. Quizá por ello la raza empezó a ser conocida como Durrabahler, debido al nombre de su plaza comercial.
Por la misma época, la popularidad del San Bernardo estaba creciendo y disminuía el interés por las razas montañesas. El enorme San Bernardo, con su coloración uniforme, cautivaba la tención de los cinófilos, mientas que los tricolores perros boyeros de Suiza permanecían inmutables en aquellas áreas remotas donde los granjeros y artesanos necesitaban a los perros para ganarse el sustento.
En 1883 se organizó la Asociación Canina Suiza. Su primera exposición abrió una clase para el San Bernardo y también para otros perros suizos, pero no reconoció a los boyeros. El interés por el San Bernardo continuaba creciendo mientras se prestaba menor atención a los humildes perros montañeses.
En 1892 tuvo lugar un gran cambio de actitud cuando Franz Schertenleib, un posadero de Burgdorf, renovó el interés por el anticuado tipo de perro granjeros. Inspirado en las leyendas que su padre le narraba sobre esta raza, se embarcó en la misión de preservar a estos perros para las futuras generaciones. Schertenleib recorrió Berna para localizar a los ejemplares apropiados, y su empresa pronto despertó un mayor interés entre los amantes de otras razas de perros similares.
Pero, sin duda, el mayor impacto en la evolución de la raza se produjo en los primeros años del siglo XX y fue debido a los esfuerzos de Alber Heim, un profesor de geología considerado como el salvador y el padre del Boyero de Berna. Criador de Terranovas en un principio, su interés en el perro de trabajo le condujo a investigar al perro granjeros de las montañas. Su extensa investigación sobre las cuatro razas montañesas suizas le condujo al establecimiento de la fundación Albert Heim, que es hoy un popular centro de información sobre la historia y características del Boyero de Berna y un gran recurso para los criadores de la raza.
En 1904, varios aficionadas a esta raza convencieron a la Asociación Canina Suiza para la abriera una clase destinada al Durrbachler durante una exposición que iba a celebrarse en Berna. Fueron exhibidos seis machos y una hembra, y el desarrollo de la raza quedó establecido cuando cuatro de aquellos perros fueron registrados (en el libro de orígenes) por la asociación al año siguiente. Durante los diez años que siguieron, todos los Durrabachlers de ascendencia desconocida tuvieron asegurado su registro en el Libro de Orígenes genealógicos suizo, aunque cada inscripción requería la aprobación de uno de los tres jueces reconocidos como expertos en la raza: el mesonero Franz Schertenleib; otro experimentado criador: Gottfried Mumenthaler, y un veterinario de Lagnethal, el Dr. Scheidegger.
Estos tres especialistas, junto al ilustre Albert _Heim, organizaron la primera asociación de la raza, a la que llamaron el Scheweizerischer Durrabach Klub. Como miembro fundador, Heim sugirió que todos los perros Durrach tricolores fueran llamados con un mismo nombre y convenció a los otros miembros de que éste fuera “Verner Sennenhund”, para honrar a la vialla dentro de la cual esta raza proliferó. El nombre era en sí inapropiado para los orígenes y tareas del perro, porque la traducción literal significa “Perro de pastor alpino (montañés) de Berna” y el Durrbach proviene de las tierras bajas. Sin embargo, el club, después de alguna discusión, aprobó el cambio de nombre. De acuerdo con esto, el club fue también conocido como el Berner Sennenhund Klub.
Hacia el año 1908, el interés por el Bernés había crecido considerablemente y, aquel, año, en la exposición de Langenthal se inscribieron 21 ejemplares. Dos años después, en 1910, había 42 perros inscritos en una exposición celebrada en Berna. Las inscripciones continuaron aumentando y el 24 de Abril de 1910, la exposición del club de Burgdorf hizo historia dentro de la raza al establecer el récord de 107 Boyeros de Berna inscritos.
El profesor Heim fue el prestigioso juez en aquella exposición de Burgdorf. Muchos de los ejemplares que examinó tenían variaciones en el color que ya no eran deseables en la raza y pelajes que resultaban atípicas para un verdadero representante de la misma. Heim fue amable pero honesto en sus juicios y descalificó a varios perros debido a sus pelajes y marcas. También aconsejó a los expositores que produjeron animales de mejor calidad que contribuyeran realmente al mejoramiento de la raza.
Debido a la alta consideración que la comunidad de criadores tenían hacía Heim, sus palabras y los patrones que estableció ejercieron un fuerte impacto en ellos y los convencieron de la necesidad de mejorar la apariencia y el temperamento de los perros eliminados a los malos ejemplares de sus programas de cría. Aunque se mantuvieron todavía algunas diferencias en cuanto al color y las marcas, la exposición produjo muchos buenos ejemplares que fueron admitidos en el Libro de Orígenes genealógico. Los criadores fueron receptivos, lo que a fin de cuentas mejoró sus programas genéticos en la cruzada por obtener un tipo más uniforme de perro.
Aquellos esfuerzos también sirvieron para definir las características del Bernés en relación con las otras tres razas alpinas: El Gran Boyero Suizo, el Appenzeller y el Entlebucher, siendo el Gran Suizo (O Swissy) el que compartió un pasado común con el San Bernardo. Aunque las cuatro razas son adictas al trabajo y poseen instintos ancestrales para el pastoreo, existen entre ellas significativas diferencias en cuanto al tipo, la talla y el pelaje. Y aunque las cuatro muestran la misma disposición plácida y amistosa, también existen sutiles diferencias en el temperamento. El Bernés y el Swissy las mayores entre la cuatro, son hoy las razas alpinas mejor conocidas y son también más asequibles que las pequeñas: El Appenzeller y el Entlebuche.
A lo largo de la primera década del siglo XX, el Bernés siguió al Appenzeller y al San Bernardo en popularidad. Gradualmente, sin embargo, la raza devino más uniforme a medida que eran más los granjeros y los criadores que exhibían a sus perros. El club llegó a tener hasta 40 miembros y un gran número de buenos perros presentándose en exposiciones. Hacia 1917, el Bernés había ganado considerable terreno y finalmente sobrepasó el Apenzeller en el número de perros inscritos; 20 años después, los registros de la raza llegaron a exceder también a los del San Bernardo.
Durante estos primeros años del siglo XX, la práctica genética fue, a lo sumo, bosquejada, y se usaron para la cría a muchos perros de ascendencia desconocida. No obstante, hacia 1940 era posible encontrar pedigríes con cinco generaciones registradas y con poca consanguinidad en sus bases. Pero, a despecho de los esfuerzos por conservar únicamente las mejores cualidades de la raza, el temperamento correcto aún constituía un problema y los miembros del club acordaron en que podría ser necesario introducir otra raza en el pozo genético.
Por esa época, la Naturaleza intervino y brindó una solución. Una hembra de Bernés llamada Christine v. Lux, quedó preñada cuando un macho Terranova llamado Pluto v. Erlengut saltó la valla que los separaba y, accidentalmente, la cubrió. El 21 de diciembre de 1948, Christine tuvo siete cachorros –tres hembras y cuatro machos- que, para gran sorpresa de todos, parecían Terranovas. Se especuló enseguida sobre la accidentalidad de este cruzamiento que muchos creían habían sido un experimento deliberado para inyectar nueva sangre en el Boyero de Berna.
De los siete cachorros, uno fue conservado para cría. Se trataba de una hembra de nombre Babette, que fue entregada al Dr. Hauser, miembro del club, para uso futuro. Babette maduró con la morfología y el temperamento típicos de un Terranova. Cuando cumplió los tres años de edad fue cruzada con el Bernés Aldo v. Tieffurt, y así se hizo madre de seis cachorros vivos y dos nacidos muertos. Cuatro de los cachorros estaban marcados de manera incorrecta y sólo dos, una hembra y un macho, tenían las marcas del Bearnés. La hembra fue llamada Christine v. Schawarzwasserbachli y se le dio a Herr Mischler, el presidente del club en aquella época.
Mischeler curzó a Christine a los nueve meses de edad con un Bernés llamado Osi v. Allenluften, quien era un reproductor probado. De este cruce nacieron cinco cachorros, de los cuales sólo sobrevivieron un macho y una hembra. Alex, el macho, creció para convertirse en un representante excepcional de la raza: ganó numerosos premios en las exposiciones de belleza y llegó a ser Campeón Internacional y Campeón Mundial en 1956.
No es para sorprenderse, entonces, que los criadores de Boyeros de Berna solicitaran los servicios de Alex como semental. A lo largo de su vida fue cruzada con una gran variedad de hembras y produjo 51 amadas en las cuales imprimió muchas características deseables del Bernés. Con el tiempo, muchos criadores desarrollaron programas de consanguinidad en línea (line-breeding) para concentrar las grandes cualidades que se lograron a partir de los cruzamientos de Alex.
Comenzando el siglo XXI, el Boyero de Berna se mantiene como una de las razas más populares en Suiza, siendo el Schweizerischer Klub uno de los mayores clubes del país. Este club mantiene un control estricto sobre las prácticas de cría a través de una serie de evaluaciones llamadas “Ankrung”m que se llevan a efecto varias veces al año a través de todo el país. Los miembros del club actúan como asesores para juzgar el temperamento y la morfología de los perros candidatos para la cría de acuerdo con el estándar de la raza y sólo aquellos perros considerados especímenes valiosos son aprobados para la reproducción.
El estado de las caderas es también un fuerte criterio para la reproducción. Debido aquella displasia de cadera es un serio problema genético, sólo los perros con grados de 0a 1 son aprobados para la cría. Por su parte, la Asociación Canina Suiza no extiende el certificado de pedigrí a una camada proveniente de un perro considerado como un ejemplar deficiente.