Miedos y fobias caninas
Muchas de las consultas que suelen tratar los especialistas son para perros que presentan reacciones de miedo, más o menos controlable, ante diferentes estímulos: tormentas y truenos, ruidos fuertes, gente desconocida, etc. En la mayoría de esos casos con un proceso controlado de habituación suelen lograr que el perro vea que nada malo viene del estímulo conflictivo. Ahora bien, existen casos en los que no sólo la respuesta de miedo es a todas luces excesiva, sino que en ellos la habituación no funciona, ya que por más que se presente el estímulo repetidamente sin ninguna consecuencia negativa la respuesta aumenta. En estos casos estamos ante lo que denominamos “fobia”. |
El problema que origina para un dueño la fobia de su perro es uno de los mas graves con los que debe convivir tanto él como el animal. Se puede definir la fobia como una respuesta de miedo excesiva y persistente frente a un estímulo determinado. Puede ir acompañada de ansiedad por separación del dominante, conducta destructiva, agresividad por miedo e incluso, auto-lesión. No podemos afirmar que el componente racial sea determinante pero sí que el genético, la experiencia previa o el índice de percepción individual influyen de manera notable en la licitación de estas conductas asociadas al miedo.
Otra distinción importante es la ontológica, es decir, hay animales que presentan estas conductas desde el periodo crítico de socialización y otros que comienzan a licitarlas a los dos años o tres años de vida.
Otra distinción importante es la ontológica, es decir, hay animales que presentan estas conductas desde el periodo crítico de socialización y otros que comienzan a licitarlas a los dos años o tres años de vida.
Como sabemos, el individuo más apto (en libertad) sería el que mejor evitara la depredación, tuviese mas acceso a las fuentes de recurso y obtuviera mas éxito reproductor. Nuestros perros, con solo un periodo de domesticación de 16.000 años, no pueden haber olvidado, en su mensaje genético, que el desastre natural los afecta sobremanera en sus factores de supervivencia. Tampoco el que una experiencia novedosa puede ser la responsable de su extinción ya que no estarían capacitados para resolverla.
Realmente no debe sorprendernos el que el 20% de nuestros perros domésticos sufran fobias si tenemos en cuenta el enfoque anterior. Pero tampoco soluciona nada, al dueño del perro, el que el concepto de fobia pueda ser asimilado a una conducta adaptativa en su propia evolución. Veamos pues los dos tipos de fobias y su forma de paliarlas o erradicarlas. |
La fobia innata
La fobia innata puede ser considerada como una conducta heredada del carácter miedo. Hará su aparición cuando el proceso de socialización esté tocando a su fin y se manifestará frente a varios estímulos. Es la más peligrosa por su capacidad de extrapolarse a otros estímulos posteriores que aparecerán en la vida del animal.
Entre los adiestradores es muy normal buscar el carácter temple -que no es más que la ausencia de fobias- entre los cachorros de dos meses de una camada, para adoptar un ejemplar de trabajo.
Como en muchos aspectos de la vida de nuestro perro, la prevención es fundamental. Las manipulaciones neonatales son determinantes a la hora de acostumbrar al pequeñín, no sólo a la presencia y contacto con los humanos, sino también a los diferentes estímulos que irán presentándose a lo largo de su vida.
Entre los adiestradores es muy normal buscar el carácter temple -que no es más que la ausencia de fobias- entre los cachorros de dos meses de una camada, para adoptar un ejemplar de trabajo.
Como en muchos aspectos de la vida de nuestro perro, la prevención es fundamental. Las manipulaciones neonatales son determinantes a la hora de acostumbrar al pequeñín, no sólo a la presencia y contacto con los humanos, sino también a los diferentes estímulos que irán presentándose a lo largo de su vida.
El otro medio que tenemos para tratar este problema es el del condicionamiento operante. Cuando la habituación (proceso contrario a la sensibilización) se prevé lenta, a veces deberemos recurrir a la administración de fármacos siendo en estos casos imprescindible la actuación conjunta del veterinario y el especialista en conducta. Con los tranquilizantes conseguiremos que la respuesta de miedo sea menos intensa y podremos utilizar la exposición gradual al estímulo como base del tratamiento. Premiaremos cualquier conducta de tranquilidad mientras aumentamos la exposición. El guía debe permanecer tranquilo frente al estímulo y nunca recurrir al castigo durante el tratamiento ya que, por muy aversivo que fuese este, siempre lo será más el estímulo desencadenante. Si el animal en tratamiento es un dominante, debemos apartarlo de los demás ya que, el riesgo de que contagie al resto, es muy elevado. En el caso de que se tratara de un subordinado, la presencia de dominantes que no reaccionen al estímulo, será tremendamente beneficiosa pare el perro.
Como sabemos, el individuo más apto (en libertad) sería el que mejor evitara la depredación, tuviese mas acceso a las fuentes de recurso y obtuviera mas éxito reproductor. Nuestros perros, con solo un periodo de domesticación de dieciseismil años, no pueden haber olvidado, en su mensaje genético, que el desastre natural los afecta sobremanera en sus factores de supervivencia. Tampoco el que una experiencia novedosa puede ser la responsable de su extinción ya que no estarían capacitados para resolverla. |
Algunos autores sugieren la posibilidad de que alguna causa orgánica y no genética o aprendida, justifiquen alguna fobia del tipo imnata. La hiperacusia podría ser una de ellas ya que para un perro que oye demasiado, la sola presencia de un agente ruidoso podría ser desencadenante de miedo por dolor.
De todas formas, debemos pensar que el perro doméstico está en un proceso de selección artificial que ya ha conseguido bajar su timidez a umbrales muy bajos en comparación con sus parientes en libertad.
De todas formas, debemos pensar que el perro doméstico está en un proceso de selección artificial que ya ha conseguido bajar su timidez a umbrales muy bajos en comparación con sus parientes en libertad.
La fobia no innata
Cuando la fobia se manifiesta en el periodo de madurez del animal y solo frente a un determinado estímulo, debemos sospechar que el perro ha sufrido un proceso de sensibilización. Si unimos, en el tiempo, un estímulo aversivo (daño físico o frustración) con otro neutro (cohete) el animal tenderá a licitar conductas de miedo o agresivas con la sola presencia del neutro. La mayor parte de las veces, nosotros somos los responsables de las sensibilizaciones de nuestros perros y otras pueden ser personas ajenas a la familia las que pueden causar fobias con o sin intención.
El tratamiento de esta clase de fobias se basa en el condicionamiento operante. Cuando la habituación (proceso contrario a la sensibilización) se prevé lenta, a veces deberemos recurrir a la administración de fármacos siendo en estos casos, imprescindible la actuación conjunta del veterinario y el especialista en conducta, igual que en la fobia innata. Con los tranquilizantes conseguiremos que la respuesta de miedo sea menos intensa y podremos utilizar la exposición gradual al estímulo como base del tratamiento.
Premiaremos cualquier conducta de tranquilidad mientras aumentamos la exposición. El guía debe permanecer tranquilo frente al estímulo y nunca recurrir al castigo durante el tratamiento ya que, por muy aversivo que fuese este, siempre lo será más el estímulo desencadenante.
Si el animal en tratamiento es un dominante, debemos apartarlo de los demás ya que, el riesgo de que contagie al resto, es muy elevado. En el caso de que se tratara de un subordinado, la presencia de dominantes que no reaccionen al estímulo, será tremendamente beneficiosa pare el perro.
Es muy beneficioso unir al estímulo unas conductas lúdicas o de tranquilidad. En términos generales debemos huir de asociar el desencadenante con estímulos de supervivencia y/o reproducción.
El tratamiento de esta clase de fobias se basa en el condicionamiento operante. Cuando la habituación (proceso contrario a la sensibilización) se prevé lenta, a veces deberemos recurrir a la administración de fármacos siendo en estos casos, imprescindible la actuación conjunta del veterinario y el especialista en conducta, igual que en la fobia innata. Con los tranquilizantes conseguiremos que la respuesta de miedo sea menos intensa y podremos utilizar la exposición gradual al estímulo como base del tratamiento.
Premiaremos cualquier conducta de tranquilidad mientras aumentamos la exposición. El guía debe permanecer tranquilo frente al estímulo y nunca recurrir al castigo durante el tratamiento ya que, por muy aversivo que fuese este, siempre lo será más el estímulo desencadenante.
Si el animal en tratamiento es un dominante, debemos apartarlo de los demás ya que, el riesgo de que contagie al resto, es muy elevado. En el caso de que se tratara de un subordinado, la presencia de dominantes que no reaccionen al estímulo, será tremendamente beneficiosa pare el perro.
Es muy beneficioso unir al estímulo unas conductas lúdicas o de tranquilidad. En términos generales debemos huir de asociar el desencadenante con estímulos de supervivencia y/o reproducción.