Psicología canina
Para educar a un perro es fundamental conocer un poco de psicología canina, es decir, saber cómo piensan y por qué actúan de cierta manera para poder educarlos de forma correcta, y no humanizándolos como muchos propietarios, de ahí, que haya tantos perros con problemas de conducta.
Los humanos aprendemos a través del condicionamiento clásico (acción-reacción) y del condicionamiento operante (modificación de la conducta a través de refuerzos positivos o negativos). Partiendo de este punto de vista, somos como los perros. No obstante, a diferencia de ellos, nosotros somos maestros en el aprendizaje por observación y comprensión. Disponemos del lenguaje para transmitir nuestros pensamientos, podemos desplazarnos mentalmente del pasado al presente y al futuro, y pensar de modo abstracto. Interiorizamos valores que hemos aprendido a través de premios y castigos, y la mayoría de nosotros desarrollamos cualidades como la compasión, la conciencia o un sentido común de lo que está bien o mal. Si somos consecuentes con nuestros valores ganamos autoestima, un sentimiento de integridad.
Por su parte, los perros son totalmente ajenos a estos aspectos. Son egoístas al máximo y de la forma más inocente. Lo más probable es que los perros aprendan casi exclusivamente a través del condicionamiento clásico y operante. No por ello son estúpidos o menos valiosos de lo que eran cuando creíamos que podían pensar como nosotros. Este aspecto es muy importante.
Los perros aprenden fácilmente, son capaces de distinguir diferencias muy sutiles en su entorno, tienen una enorme capacidad olfativa, saben cómo reaccionar en entornos sociales adversos, y tienen una vida emocional muy rica. No obstante, no son capaces de pensar de modo abstracto, son amorales, no pueden desplazarse mentalmente hacia delante y hacia atrás en el tiempo, no entienden nuestro lenguaje aunque pueden aprender a distinguir la importancia de algunas palabras.
¿Por qué seguimos utilizando este criterio, la inteligencia, para evaluar a otras especies? La razón, obviamente, es que es nuestro punto fuerte. Cuando descubramos que los perros tienen otras cosas que son todavía más fascinantes, la inteligencia se convertirá en algo anecdótico. La capacidad discriminatoria de los perros en el condicionamiento clásico, su habilidad con el hocico, su capacidad para desenvolverse en entornos sociales complejos, sus percepciones y los vínculos que establecen son tópicos inabarcables e inmensos, pero para la «inteligencia» bastaría una publicación más reducida.
Al atribuirles inteligencia y moralidad, también se les atribuye la responsabilidad que éstas implican. En otras palabras, si el perro sabe que está mal destrozar muebles y aun así lo hace intencionadamente y con malicia, y a continuación se da cuenta de que lo que ha hecho está mal y se siente culpable, parece que se merece un castigo, ¿no? Bien, eso es lo que se ha estado haciendo hasta ahora, imponerles un castigo excesivo. Los predisponemos para todo tipo de castigo al sobreestimar su capacidad para razonar. Lo más triste es que la mayoría de los perros suele asociar directamente el castigo con la presencia de su dueño.
La teoría del aprendizaje, es decir el conductismo, es la mejor herramienta de que disponemos para entender y modificar el comportamiento de nuestros perros. Es la mejor en términos de eficacia y por extensión en términos de reducir al máximo el desgaste del perro y de la relación perro-hombre.
Los humanos aprendemos a través del condicionamiento clásico (acción-reacción) y del condicionamiento operante (modificación de la conducta a través de refuerzos positivos o negativos). Partiendo de este punto de vista, somos como los perros. No obstante, a diferencia de ellos, nosotros somos maestros en el aprendizaje por observación y comprensión. Disponemos del lenguaje para transmitir nuestros pensamientos, podemos desplazarnos mentalmente del pasado al presente y al futuro, y pensar de modo abstracto. Interiorizamos valores que hemos aprendido a través de premios y castigos, y la mayoría de nosotros desarrollamos cualidades como la compasión, la conciencia o un sentido común de lo que está bien o mal. Si somos consecuentes con nuestros valores ganamos autoestima, un sentimiento de integridad.
Por su parte, los perros son totalmente ajenos a estos aspectos. Son egoístas al máximo y de la forma más inocente. Lo más probable es que los perros aprendan casi exclusivamente a través del condicionamiento clásico y operante. No por ello son estúpidos o menos valiosos de lo que eran cuando creíamos que podían pensar como nosotros. Este aspecto es muy importante.
Los perros aprenden fácilmente, son capaces de distinguir diferencias muy sutiles en su entorno, tienen una enorme capacidad olfativa, saben cómo reaccionar en entornos sociales adversos, y tienen una vida emocional muy rica. No obstante, no son capaces de pensar de modo abstracto, son amorales, no pueden desplazarse mentalmente hacia delante y hacia atrás en el tiempo, no entienden nuestro lenguaje aunque pueden aprender a distinguir la importancia de algunas palabras.
¿Por qué seguimos utilizando este criterio, la inteligencia, para evaluar a otras especies? La razón, obviamente, es que es nuestro punto fuerte. Cuando descubramos que los perros tienen otras cosas que son todavía más fascinantes, la inteligencia se convertirá en algo anecdótico. La capacidad discriminatoria de los perros en el condicionamiento clásico, su habilidad con el hocico, su capacidad para desenvolverse en entornos sociales complejos, sus percepciones y los vínculos que establecen son tópicos inabarcables e inmensos, pero para la «inteligencia» bastaría una publicación más reducida.
Al atribuirles inteligencia y moralidad, también se les atribuye la responsabilidad que éstas implican. En otras palabras, si el perro sabe que está mal destrozar muebles y aun así lo hace intencionadamente y con malicia, y a continuación se da cuenta de que lo que ha hecho está mal y se siente culpable, parece que se merece un castigo, ¿no? Bien, eso es lo que se ha estado haciendo hasta ahora, imponerles un castigo excesivo. Los predisponemos para todo tipo de castigo al sobreestimar su capacidad para razonar. Lo más triste es que la mayoría de los perros suele asociar directamente el castigo con la presencia de su dueño.
La teoría del aprendizaje, es decir el conductismo, es la mejor herramienta de que disponemos para entender y modificar el comportamiento de nuestros perros. Es la mejor en términos de eficacia y por extensión en términos de reducir al máximo el desgaste del perro y de la relación perro-hombre.
LENGUAJE CANINO
Uno de los aspectos más interesantes e importantes en la vida de los perros es la forma de comunicarse entre sí. Que el perro no pueda expresarse... |
TEORÍA DEL APRENDIZAJE
La amistad entre el perro y el hombre nació en Europa hace entre 19.000 y 32.000 años. Así lo han determinado análisis genéticos realizados por científicos europeos, que ha |
INSTINTOS
El instinto es el motor que mueve a todo ser vivo a realizar una acción. Es algo puro, comportamientos que vienen marcados en nuestros genes y se mantienen de manera parecida e inalterable con el paso... |
CONDUCTA DE MANADA
Uno de los errores más frecuentes de la parte de muchos dueños es intentar educar a un cachorro como si se tratara de un niño pequeño. No hay que juzgar el cachorro según estándares humanos sino caninos. El... |
RASGOS DE CARÁCTER
Dependiendo de la tarea o especialidad que deseemos para nuestro perro, necesitará mayor o menor puntuación en cada rasgo de carácter. Evaluaremos los rasgos necesarios para la principal tarea que desarrollará nuestro cachorro, pensando... |
JERARQUÍAS
Analizando con objetividad el tema de las jerarquías, sabemos que todos los animales sociales que viven en grupo, tienen un puesto en el escalafón del grupo. El ser humano también es una especie social y jerárquica... |
SISTEMAS GENERALES DE CONDUCTA
Los patrones de conducta se pueden clasificar de muchas formas, pero el método más importante y básico es por la función que cumplen (atendiendo al efecto... |